El COVID aún no termina para algunos latinos

Long-COVID hauler illustration.
(Credit: Rocío Benavides / NWPB)

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El valle de Yakima fue una de las regiones más afectadas del país durante la pandemia de COVID. Ahora, los hispanos y latinos de la zona siguen lidiando con los síntomas.

Esta es la primera parte de una serie sobre el COVID persistente en el Valle de Yakima, que fue realizada en colaboración con palabra, el medio multiplataforma de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos – NAHJ.

María siempre se consideró la más sana de su familia. Como hispana activa en el valle de Yakima, llevaba una vida normal, dedicada a sus hijos y a su trabajo comunitario.

Pero dice que COVID cambió todo eso.

“El 1 de enero de 2021 amanecí enferma, me sentía muy cansada, me sentía mal, me sentía resfriada”, dijo.

María prefirió no usar su nombre completo. Todo lo que ha pasado le genera ansiedad y la pone emocional. Con sorpresa y un tinte de tristeza en sus ojos, dice que no pensaba que sería tan difícil hablar de lo que ha vivido en los últimos años.

“Yo no podía levantarme ni siquiera para tomar agua, era algo raro, extraño en mi cuerpo. Pasé 10 días, 15, hasta que tuve 21 días sin dormir”, recordó. También dice que no sabe cómo sobrevivió.

En ese momento, dice que todo parecía confuso para ella. No recuerda cómo confirmó su infección por COVID, pero cree que se hizo una prueba.

María fue uno de los cientos de casos de personas hispanos y latinos/as/x/e infectadas por COVID en el valle de Yakima.

El valle de Yakima se convirtió en uno de los focos de COVID de la costa oeste. Surgieron varios brotes en cárceles, residencias de ancianos y en instalaciones agrícolas y de procesamiento de alimentos.

La vida de muchos infectados por COVID volvió lentamente a la normalidad en los años siguientes. Pero no para María.

Pensó que sus síntomas pasarían, pero para ella -y para tantos otros- el COVID llegó para quedarse.

“Continué con los mismos síntomas: cansancio extremo, dolores de pies a cabeza, sentía una inflamación extrema”, cuenta María.

Buscando respuestas

Maria, a Long-COVID hauler in the Yakima Valley.

María descansa sus manos sobre la mesa junto a sus lentes para leer. (Crédito: Cortesía de María.)

María contó que visitaba a su médico cada semana. Y mencionó que probó los distintos tratamientos que le prescribieron, algunos de los cuales le causaron fuertes efectos secundarios.

También recordó experiencias irreales, como la que vivió en una sala de urgencias a la que acudió en 2021 porque sus dedos se pusieron morados de repente.

“La mujer de urgencias quería limpiarme los dedos porque pensaba que era pintura. Le dije: ‘cómo crees que voy a venir al hospital porque tengo los dedos pintados’. Eso es ilógico”, dijo María.

Durante estos años intentando encontrar respuestas, los médicos de Yakima le dieron diferentes diagnósticos: síndrome del túnel carpiano, esclerosis múltiple o que necesitaba un reemplazo de cadera.

Pero ella nunca había tenido esos problemas de salud. 

“Yo sentía que nadie me entendía,” dijo.

Aun cuando ella insistía en que todo empezó después de contraer COVID.

La carga no era sólo emocional; también era financiera. 

“No tengo aseguranza. Eso es otra muy fuerte. He gastado mucho dinero, pero por salud no me pesa”, dijo.

María dijo que recuerda que una de sus cuentas por exámenes de laboratorio superó los 1.000 dólares. Pero asegura que ella y su esposo se las han arreglado para hacer frente a los gastos.

Luego, en marzo de 2022, más de un año después, su médico de cabecera la remitió a una reumatóloga en Tri-Cities y ella tuvo una respuesta.

“Cuando hablé con la doctora me desahogué tanto, hablé tanto. Ella me dijo: ‘así como tú hay muchas personas, tienes razón, lo tuyo no es mental. Lo tuyo es un paciente de Long COVID”, dijo María.

María dijo que, después de todo, no estaba todo en su cabeza, como algunos pensaban. Finalmente, le diagnosticaron COVID persistente.

¿Qué es exactamente el COVID persistente o Long-COVID?

El doctor Leo Morales es codirector del Latino Center for Health de la Universidad de Washington.

Él describe el COVID persistente como complicaciones a largo plazo después de haber tenido COVID.

“Es un impacto multisistémico y multiorgánico que da lugar a diversos tipos de síntomas, como fatiga, niebla cerebral, pérdida del olfato, cambios en el sueño y muchos otros síntomas que surgen de esta condición”, dijo Morales en inglés.

El sitio web de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), define el COVID persistente como “signos, síntomas y afecciones que continúan o se desarrollan tras la infección aguda por COVID-19”.

A CDC's graphic about Long_COVID

Un gráfico del Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad (MMWR) muestra las condiciones de salud que podrían estar relacionados con el COVID persistente (Crédito: Tomado del sitio web de CDD.)

EL CDC también señala que se conoce por muchos nombres, “entre ellos, afecciones postCOVID, COVID prolongado, COVID-19 post-agudo, efectos a largo plazo del COVID y COVID crónico”.

Y el doctor Tao Kwan-Gett, jefe Científico del Departamento de Salud de Washington, dijo que el COVID persistente es serio, pero también aseguró que es difícil saber cuántas personas están afectadas.

“A veces puede ser difícil para las personas con COVID persistente porque los síntomas a veces no tienen una manifestación visual”, dijo Kwan-Gett en inglés.

Morales y Kwan-Gett coincidieron en que no existe ninguna prueba o examen que pueda proporcionar un diagnóstico.

Y Kwan-Gett dijo que, en Washington, los proveedores de atención médica y los laboratorios no están obligados a informar de los casos de COVID persistente.

“Hay muchas enfermedades en las que informar de casos individuales es útil. Pero hay muchas en las que la notificación no nos ayuda realmente a prevenir la enfermedad. Y creo que el COVID persistente es una de ellas en las que no tenemos forma de contabilizar directamente todos los casos”, afirmó.

A partir de octubre de 2023, el Departamento de Salud del Estado de Washington, DOH, “estimó que el 6,4% de todos los adultos en el estado de Washington están experimentando actualmente COVID persistente, con un 95% de confianza de que el número real es de entre 5,9% y 6,8%”.

El DOH también estimó que 117.000 personas en el estado “están experimentando limitaciones significativas de la actividad, con un 95% de confianza en que el número real está entre 67.000 y 182.000″. 

Según la información del DOH, proporcionada por correo electrónico, “la prevalencia relativa de COVID persistente es mayor en el este de Washington que en el oeste.” 

Estas estimaciones provienen de un proyecto realizado por el funcionario del Servicio de Inteligencia Epidémica del CDC asignado al estado de Washington. No especifican etnia o raza.

Según DOH, el proyecto utiliza modelos matemáticos basados en el número de casos y hospitalizaciones para estimar el número de casos de COVID persistente que se esperaría de estas infecciones.

“Se trata de un nuevo modelo que necesita más refinamiento y validación, por lo que no es una parte habitual de nuestro sistema de vigilancia que se actualice regularmente”, también señaló el correo electrónico

Aun así, diferentes estudios a nivel local y en todo el país muestran que los latinos se encuentran entre los más afectados por el COVID persistente.

Más información en la segunda parte de esta serie, que tratará sobre una encuesta centrada en el impacto del COVID persistente entre los latinos en Washington y explicará que tan informados están los proveedores de salud y los miembros de la comunidad en el Valle de Yakima sobre este síndrome.

Este reportaje es una colaboración entre Northwest Public Broadcasting y palabra, la plataforma multimedia de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos.

Johanna Bejarano, de NWPB, trabajó con Lygia Navarro, periodista de palabra. Este es el primero de una serie de artículos de colaboración sobre el impacto del COVID persistente en el centro de Washington.